Ser Profesional

Los primeros títulos universitarios se otorgaron en las Universidades europeas allá por el siglo XII; y dependiendo la actividad, así se les denominaba como doctor, maestro o profesor. Fue hasta finales del siglo XIX cuando se empezaron a otorgar “licencias” para ejercer una profesión, de ahí el término “licenciado”. Y fue poco tiempo después cuando se empezó acuñar el término “profesional” a las personas que ejercían una disciplina determinada.

Vámonos a las raíces: Etimológicamente, profesional viene del latín professĭo que significa ejercer; ejercer un oficio, una ciencia o un arte. Y en la actualidad, las personas buscan ejercer de forma perfecta esa disciplina específica, principalmente por mejores compensaciones económicas o simplemente por satisfacción personal. De ahí precisamente, la importancia de las especializaciones, como las maestrías y doctorados.

Pero, ahora bien, el ser profesional no se restringe únicamente a tener un título que lo acredite como tal, tampoco se resumen en ejercer la profesión que el diploma indique. El ser profesional va más allá. Exige que la persona que sustente ese título, cumpla con ciertas características que lo deben hacer íntegro en su menester, esas características que la misma sociedad demanda de la profesión.

Por consiguiente, el profesional debe:

a) Tener credibilidad: Debe demostrar en su discurso, en sus actos, en el ejercicio de su especialidad que tiene las competencias necesarias para ser llamado experto, al menos experto en su competencia.

b) Investigar constantemente: El profesional debe entender que en su destreza, la actualización constante es una obligación. Por lo que el profesional debe investigar, buscar nuevas tendencias, nuevas formas de hacer su trabajo, romper paradigmas. Buscar la perfección.

c) Escribir: Resultado de toda investigación, un profesional debe publicar sus hallazgos, los resultados de sus horas de estudio, de sus disertaciones filosóficas, las conclusiones acerca de sus conocimientos recopilados.

d) Tener un compromiso ético: Un profesional debe observar los comportamientos que la sociedad impone a sus miembros, observar dentro de ella. Y, por último

e) Comprometerse con la sociedad: El profesional no solo debe velar por su propio beneficio, sino, por el contrario, retornar a la sociedad los conocimientos que esta le permitió adquirir.


Como hemos visto, el ser profesional no es solo ostentar un título, es un compromiso consigo mismo, con la ciencia y con la sociedad. Así que busquemos la perfección, busquemos ser un profesional.

La muerte de la educación tradicional

La niña le dijo a la maestra ¿y para qué debemos estudiar Física fundamental si no la vamos a usar en la vida? La maestra le llamó la atención por su impertinencia y le castigó. Años más tarde, Marie Curie, descubrió por cuenta propia que la física era básica para sus estudios de radiación con la que se hizo mundialmente famosa.

Y es que la educación convencional empodera a un catedrático que dictamina el contenido a un grupo de estudiantes que deben aceptar las disposiciones, el carácter y metodología con la que éste primero se siente más cómodo, como él pretende haber adquirido conocimiento, así lo transmite.

Bajo ese proceso educativo, el estudiante no adiciona conocimiento a su acervo, sino que, le es impuesta una disciplina que debe memorizar y replicar al momento de un examen. Es muy probable que ese estudiante no retenga ese conocimiento en su mente y que al poco tiempo se olvide de ello.

En la educación tradicional el educando es obligado a retener un conocimiento, y es castigado de una u otra manera, por no reproducirlo de la misma forma con que el catedrático tradicional lo enseñó.

El problema es que ese estudiante que recibe educación tradicional se termina convirtiendo en un estudiante tradicional. Con rencor, tratando de apoderarse de los conocimientos, aunque no los entienda. Se vuelve celoso y aprensivo y nunca desarrolla la capacidad de compartir el conocimiento, sino por el contrario, trata que el prójimo jamás se encuentre con él.

La educación moderna por su parte, descarta la obligatoriedad de la memorización y se centra en facilitar el conocimiento. En la actualidad lo importante ya no es memorizar, sino que el estudiante sepa reproducir el conocimiento en el plano práctico. Ahora, se enseña a hacer.

Por consiguiente, el catedrático ya no es una fuente absoluta de conocimiento, sino más bien un guía que enseña el camino del conocimiento al alumno, haciendo que este se encuentre con él, que lo descubra, que lo practique y que al final de cuentas, se quede con él.

El resultado de ese estudiante es muy distinto al estudiante tradicional. El estudiante práctico entiende que el conocimiento es un regalo que hay que compartir, que el conocimiento debe llegar a todo ser humano. Ese estudiante en la práctica se alegra que los demás tenga conocimiento, y se esfuerza en la conciliación, en regalar conocimiento a quien lo necesite. Él practica el conocimiento.

Si la sociedad mundial se deshace de la educación tradicional y se centra en la educación práctica, seguro que, en un futuro cercano, habrán más Marie Curies que se destacarán y aportarán mucho más conocimiento a la posteridad.